Hay distintas dimensiones operando en el momento en que percibimos una imagen, un sonido, o un olor. Los elementos que componen esta experiencia sensible se reorganizan sucesivamente y se extienden como los pliegues en una hoja. La comprensión de una imagen en virtud de alguna norma es solo la primera capa de sus otras vidas. Las realidades conspiran, chocan, se yuxtaponen en un mismo momento, los signos de la inquietud y la extrañeza son los ecos en el cuerpo frente a este descontrol cuántico. Es por esto que es tan difícil contar una historia sin tropiezos, toda historia tiene agujeros desde donde se filtran los espectros de otras historias.
La naturaleza del cine también porta fantasmas, un inconsciente cinematográfico, películas habitando en las películas. Es como en los sueños, comandan otras fuerzas y hechizos, es el cuerpo del cine y sus sombras.
La experiencia del cine es una posesión a través de los ojos, es nuestra sumisión animal a la voluntad exterior.
No es de extrañar que el cine y el psicoanálisis nacieran en el mismo momento, los ha parido la misma madre: la hipnosis.